jueves, 2 de febrero de 2012

¿Se está muriendo el mallorquín?

Joan Font Rosselló

"El catalanismo, además de erradicar el castellano, tiene por objeto erradicar el mallorquín como tal y así conseguir una uniformidad en la forma de hablar de nuestros hijos."

La lengua mallorquina se está muriendo. Y no lo está haciendo por la presión del castellano puesto que un idioma sólo se muere cuando sus hablantes dejan de transmitirlo a sus hijos y esto, afortunadamente, no está ocurriendo aquí. El mallorquín se está muriendo porque el pressing catalanista está cambiando nuestra forma de hablar. Como muy bien ha analizado Tomeu Garau Febrer en un libro muy divulgativo, “Mallorcària”, tal vez sepamos más gramática a día de hoy pero utilizamos menos vocabulario y menos expresiones mallorquinas, desconocemos muchas palabras que todavía utilizaban nuestros abuelos para designar cosas que ahora designamos con sus equivalentes catalanas. El resultado de todo ello es una “galopante profanación y prostitución del mallorquín como lengua”, una subversión de la lengua mallorquina que empezó con su relegación a dialecto como primer paso hacia la estandarización y uniformización lingüísticas. Garau Febrer, que es profesor y sabe de lo que habla, se lleva las manos a la cabeza cuando observa los excesos de la catalanización en las aulas. El catalanismo, además de erradicar el castellano, tiene por objeto erradicar el mallorquín como tal y así conseguir una uniformidad en la forma de hablar de nuestros hijos. Basta ojear cualquier libro de texto y percatarse como, con el beneplácito de nuestras autoridades educativas que supuestamente tienen el deber de adaptarlos a las “variedades dialectales”, las editoriales –las catalanas y las de aquí- prefieren sistemáticamente la fórmula barcelonina a la mallorquina. Prefieren gos a ca, gat a moix, xai a xot, sóc a som, portar a dur, nen a nin, nina a pepa, pardal a gorrió. Por si fuera poco, han arrinconado palabras correctísimas que siempre habíamos empleado aquí sustituyéndolas por otras que nos son ajenas pero que en teoría son –una falsedad- más correctas: ordre por orde, dipòsit por depòsit, guineu por raboa, nuvi por novii, vacances por vacacions, núvol por nigul, esport por deport, ajut por ajuda, préstec por manlleu. La lista es interminable y no sólo afecta al léxico, sino a flexiones verbales (acabés por acabàs, cantem por cantam) como también a infinidad de modismos y locuciones que han desaparecido por falta de protección en las escuelas y en los medios de comunicación públicos. En el libro Mallorcària se detalla en qué ha consistido esta subversión del mallorquín para transformarlo en algo irreconocible.

Esta uniformización que sigue las pautas del Institut d’Estudis Catalans (IEC) al que nuestros políticos han subordinado sus criterios lingüísticos (tenemos autonomía política, pero no lingüística) desde hace treinta años constituye un proceso de ingeniería sociolingüística similar al que se produjo en estados como Italia y Alemania para lograr su reunificación política. La unidad del idioma no es gratuita, es la antesala de una uniformidad lingüística y cultural como trampolín para construir una nación política: los Países Catalanes.

La normalización lingüística ha ido demasiado lejos. Cada vez somos más los que nos hemos percatado de la impostura del catalanismo y de sus oscuras intenciones que al principio supieron ocultar con maestría. No sólo han conseguido dialectizar nuestra lengua sino que pretenden adueñarse de todos los rasgos históricos, sociales y culturales que nos han definido como pueblo, metabolizándolos para subordinarlos a una extravagante “realidad catalana” con la que nunca, como explica en detalle Mateu Cañellas en otro libro de referencia, “Sa pàtria mallorquina”, nos hemos identificado históricamente. Nunca.

Han sido precisamente estos excesos y abusos, sus prisas y su frenesí en la divina causa, lo que les han desenmascarado por completo. Creo haber llegado el momento para pasar de la queja negativa a la acción positiva. Y esto pasa ineluctablemente por dotar a la lengua mallorquina de una normativa (gramática, diccionario, libros de estilo…) con todas las bendiciones oficiales y académicas. Del mismo modo que en última instancia un estado no es más que una nación con ejército, filólogos tan laureados como Borja Moll han admitido que la diferencia entre una lengua y un dialecto reside en que la primera cuenta con gramática y el segundo no. La lengua mallorquina ha contado con diccionarios y gramáticas anteriores en el tiempo a la gramática fabriana. En cuanto a normativización, el mallorquín tiene más tradición que el catalán. Es tan lícito decir que el mallorquín es un dialecto del catalán como que el catalán lo es del mallorquín. De ahí que para todos aquellos que queremos escribir también en mallorquín y no sabemos cómo hacerlo porque nos produce repelús utilizar el catalán estándar impuesto y porque tampoco nos da la gana que nos llamen “incultos, ignorantes, fachas o gonellas” si lo escribimos a nuestra manera, el primer paso debe encaminarse hacia una normativización moderna y consensuada del mallorquín. Tras treinta años de postración y sometimiento a los criterios del IEC, los mallorquines debemos dejar de lamentarnos y dar pasos en positivo si realmente queremos preservar el patrimonio de nuestros antepasados, patrimonio que el catalanismo, lejos de proteger, quiere desterrar como se esfuerza en demostrar día a día.

El primer programa, digámosle, político en esta dirección lo he encontrado en el último capítulo de Mallorcària, un espléndido epílogo a un espléndido libro. 
1.- Revisión de la gramática con preferencia de las formas mallorquinas sobre las catalanas.
 2.- Revisión del estatuto de autonomía prestigiando el mallorquín: “la lengua mallorquina tendrá, junto con la castellana, el carácter de lengua oficial” 
3.- Especial protección en las escuelas, exigiendo a las editoriales que apliquen de una vez el mandato estatutario de que “las modalidades serán objeto de estudio y de protección”.
 4.- Investigación general, divulgación y protección de endemismos. 5.- Creación de un Instituto de Estudios Mallorquines que tendría como principal objetivo la revisión, la promoción y la protección de una nueva normativa de la lengua mallorquina. Este último paso sería crucial porque dejaríamos de estar supeditados lingüísticamente a los catalanes.

No son tiempos de más lloriqueos, sino de una acción política decidida. Nuestro patrimonio lingüístico está en juego y, tras treinta años de engaños y traiciones, tiempo suficiente para haber desenmascarado la impostura catalanista, muchos hemos llegado a la conclusión de que sólo podremos preservarlo desde la autonomía lingüística.

Fuente

1 comentario:

  1. Bones!!! he vist a sa vostra plana de facebook un comentari que m'ha agradat molt, d'un tal Miquel, , ès aqueix:
    Bòno joves, aquí vos pos una demostració filològica de qu'es Baléà no ês cap dialècte d'es Català. De qu'es Baléà ês una llengo romànica independent y que ha seguid es matex camí evolutiu que s'Italià, es Português, y s'Español:

    Llatí: centrum, theatrum, metrum, centrum.
    Baléà: centro, téàtro, métro, centro.
    Italià: centro, teatro, metro, centro.
    Português: centro teatro, metro, centro.
    Español: centro, teatro, metro, neutro.

    Mentras qu'es Català seguêx s'evolució de sas llengos francesas:

    Provençal: centre, teatre, metre, neutre.
    Occità: centre, teatre, metre, neutre.
    Français: centre, théâtre, neutre.
    Català: centre, teatre, metre, neutre.

    ¡¡VOILÀ!!

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